Consejos vendo
El otro día publicaba en twitter (allí soy @rahego por si todavía no eres follower - y sí, voy a seguir llamándolo twitter para siempre) una pregunta.
Decía: “Por lo que me conoces… ¿qué rasgo asocias más a mí?”
Una de las respuestas venía de Cassiopeia (que andará por aquí, ¡hola!), y me decía:
“Tratando de resolver por qué te es tan difícil poner en práctica algunas cosas que en teoría (la misma que nos compartes en tu newsletter u otras publicaciones, complementada con tu reflexión) suenan muy lógicas. Específicamente sobre la motivación y el sentido de un proyecto”.
Pam, directo a la mandíbula.
Curiosamente, en los días previos había tenido una conversación con un amiguete que, tras preguntarme “qué tal la vida”, me decía:
“Yo buscando qué hacer con la mía, un problema recurrente que no consigo resolver. Mientras lo intento, se me va pasando resolviendo problemas de otros”.
A lo que yo le contestaba:
“Es más fácil resolver los problemas ajenos que los propios”.
“Jajaja, sí, eso siempre. Ventajas de no estar implicado emocionalmente. Y de no tener que poner en práctica la receta”, concluyó él.
Impecable.
De hecho, contesté a Cassiopeia con una captura de este intercambio porque, al final, ahí se explica todo.
Creo que cuando una idea está reflejada en el refranero popular es porque refleja muy bien la naturaleza humana.
“Consejos vendo, que para mí no tengo”, “una cosa es predicar y otra dar trigo”, “del dicho al hecho hay mucho trecho”, “es más fácil decirlo que hacerlo”…
Ves el patrón, ¿verdad?
Hay una frase que me gusta mucho, y es: “mucha gente sabe lo que hay que hacer; poca gente lo hace”.
Y soy muy consciente de que yo soy el primero al que le pasa.
Porque ahí, precisamente ahí, está el reto para todos: en hacer lo que sabes que hay que hacer.
Por eso, cuando escribo, intento no sonar demasiado vehemente, ni que parezca que yo lo tengo todo resuelto. Recordando las palabras de Goytisolo:
“Perdóname no sé decirte
nada más pero tú comprende
que yo aún estoy en el camino.”
Ahí, estoy yo, en el camino.
Y desde ahí escribo.
Siempre he dicho que el destinatario principal de mis reflexiones no eres tú, sino yo mismo. Son pensamientos en voz alta, consejos que me doy, ideas de las que quiero convencerme.
Y a veces, de vez en cuando, hasta consigo hacerme caso.