Cuando escribo esto han pasado ya un par de días desde que se tomó esta foto.
Se trata de Toni Kroos, jugador del Real Madrid, minutos después de haber ganado la Champions League de 2024. La decimoquinta para el club, la sexta para él.
Son, de hecho (y quitando las celebraciones posteriores) sus últimos momentos con esa camiseta, y con ese escudo.
Toni Kroos había decidido, hace unas semanas, que ésta iba a ser su última temporada. No sólo en el Real Madrid, sino como futbolista profesional. Le queda disputar la Eurocopa con Alemania, y después a empezar una nueva vida.
El caso de Kroos ha hecho correr ríos de tinta (dios mío, ¡qué anacrónicas son algunas expresiones!). Con 34 años, y después de haber hecho una temporada excelente, muchos consideraban que lo lógico era seguir: una temporada o dos más en el Madrid, con la oportunidad de ganar algún título más. O quizás un retiro dorado, de esos de Arabia Saudí, o de la MSL estadounidense, que no dan prestigio pero dan dinero a espuertas.
Pero él dijo que no.
Que quería despedirse justo así: después de una temporada extraordinaria, con los brazos en alto, con la ovación cerrada de toda una afición.
Dejarlo en lo mejor.
¿Qué hubiera pasado si hubiese seguido? Quizás, sí, hubiera podido disfrutar de alguna temporada más al más alto nivel. O, quién sabe, igual empezaba ese tramo amargo de ir perdiendo protagonismo frente a la competencia de los más jóvenes, ese chupar banquillo, esa decadencia progresiva de la que sabes que no te recuperas.
Nadie lo sabe.
Pero a mí me parece muy inspiradora la decisión de Kroos; el erigirte en dueño de tu destino, y por lo tanto también dueño de tu adiós.
Saber que todo tiene un final, y no dejar que sean las circunstancias quienes lo escriban, me parece valiente, honesto, maduro.
Gracias a esa decisión ha podido disfrutar de un capítulo final memorable, despedido como un auténtico héroe.
En el mundo de las series de televisión existe un concepto llamado “jump the shark” (“saltar el tiburón”). Se dice que una serie “ha saltado el tiburón” cuando, a fuerza de alargarla innecesariamente, su calidad (y por lo tanto el recuerdo que deja) acaba cayendo por los suelos.
En la vida, como en la ficción, tenemos que estar atentos para no “saltar el tiburón”, y saber cerrar los ciclos antes de que sean otros quienes los cierren.
Mismo caso que el de Nico Rosberg en 2016, que después de conseguir su objetivo de ser campeón del mundo de F1 se retiró sin opción de regresar. En su momento me pareció una opción consecuente, casi inmejorable, diría, la de retirarse después de haber logrado lo mejor, sabiendo además que, muy probablemente, no podría repetir una temporada tan perfecta, ni con tan buen material. También influye el hecho de venir millonario de casa, claro, y tener la vida resuelta.