Kong, y los trabajos aseados
La otra noche estuvimos viendo en casa “Kong: la isla de la calavera”. Se trata de la revisión de 2017 de la historia clásica. Ya sabes: mono gigante que vive en una isla tranquilamente, expedición de humanos que llega, conflicto con el mono.
Aquí de momento no se lo llevan a Nueva York, pero igual hay ese momento de “mono contra aviones” (helicópteros, en este caso), de “mono agarra a chica con la mano”, de “disparen al mono”, de “quién es realmente el monstruo”…
La peli es lo que es: historia que ya más o menos conoces, personajes arquetípicos, un poquito de acción por aquí, un poquito de humor por allá, un poquito de drama y un poquito de crítica social, sus dosis de efectos especiales…
Nada que no hayas visto antes.
Nada que la vaya a elevar a los altares del séptimo arte.
Y sin embargo, me pareció una peli más que correcta.
Aseada, pulcra.
Los actores estaban bien, el guión estaba bien, las escenas de acción estaban bien, el ritmo estaba bien, los efectos especiales estaban bien…
Todo funcionaba como tenía que funcionar, y el resultado es un producto sólido y consistente.
Me hizo pensar en cómo, en muchos trabajos, eso es exactamente lo que hace falta: simplemente hacer lo que hay que hacer, ejecutar con solvencia, y ya.
Nada de “wow”, nada deslumbrante, nada novedoso.
“Tener oficio”, que se suele decir.
A un fontanero le pides eso. A tu experiencia en el supermercado le pides eso. A la gasolinera, al restaurante, al departamento de administración de personal, al autobús urbano.
Que simplemente funcionen.
Y eso no significa despreciar esos trabajos, ni mucho menos. Hay mucho “saber hacer” en conseguir esa pulcritud de manera consistente.
Lo que quizás tengamos que revisar son los criterios de validación externos: por qué tendemos a dejarnos deslumbrar por lo “wow”, y por qué no reconocemos más esos trabajos que “simplemente” están bien hechos.
Y también a nivel interno, porque parece que “hacer las cosas bien de forma consistente” es aburrido y no apela a nuestro ego. Que tenemos que hacer el triple salto mortal con doble tirabuzón o, si no, no merecemos la pena.
Mientras escribo esto me viene a la cabeza el magnífico documental de “Jiro dreams of sushi”. Y de cómo pone en valor precisamente eso: el trabajo bien hecho, sin estridencias.
Kong no será recordada como una obra maestra del cine.
Ni falta que le hará.