No me cuentes cuentos
Hace tiempo resumí el libro “Ideas que pegan” (aquí el vídeo de Youtube), un libro que me parece un texto muy completo y asequible para hablar de comunicación eficaz.
Una de las claves que da el libro para transmitir ideas que se entiendan, se recuerden y se transmitan es “contar historias”.
Storytelling, que le dicen los anglosajones.
Y oye, no puedo estar más de acuerdo: las historias son capaces de transmitirnos ideas complejas de manera simple (ahí están los cuentos infantiles y sus moralejas), nos ayudan a dar sentido a la realidad (la narrativa se articula sobre una cadena de causas y consecuencias), nos crean imágenes poderosas que ayudan al recuerdo, nos dan contexto, nos ayudan a identificarnos con los personajes, nos involucran como parte activa…
Dicen en el libro que una buena historia es como un simulador de vuelo para el cerebro: no es como experimentar la realidad de primera mano, pero es lo más parecido.
Y estoy muy de acuerdo. A tope con contar historias.
El problema, como casi siempre, es cuando se coge una buena idea y se lleva a extremos ridículos.
Hace un tiempo, en una inmobiliaria de la zona, alguien debió hacer un curso de storytelling. Y a partir de entonces sus anuncios decían cosas como:
“Aporta frescura a tu vida desayunando cada mañana mientras escuchas el sonido del río”.
“Imagina entrar a este hogar renovado, donde la luz rebota en las paredes lacadas en blanco y el suelo de gris porcelánico crea una elegante armonía”.
“Imagina vivir en un remanso de paz, donde el suave murmullo de las hojas acariciadas por la brisa te da la bienvenida a casa cada día. Esta encantadora zona residencial te ofrece más que un hogar, te brinda un refugio donde los niños corren libres en parques infantiles seguros, mientras los jardines meticulosamente cuidados te regalan un espectáculo de verdor y color.”
“Imagina un refugio donde la belleza y la serenidad se entrelazan en perfecta armonía. Este hogar te ofrece mucho más que cuatro paredes; es el santuario donde tus sueños toman forma.”
Muy poético todo. Como Tolkien describiendo bosques en El Señor de los Anillos.
¿A dónde quiero ir a parar?
A que entre “Piso 2 habitaciones, muy soleado, muchas posibilidades, mejor ver” y esto hay un término medio.
A que, cuando estás viendo un listado de decenas de pisos a ver si hay alguno que te interese, las veleidades poéticas del agente inmobiliario no te aportan gran cosa.
A que hay un tiempo y un lugar para todo.
Y a que, como solía decir mi padre, lo poco agrada y lo mucho enfada.
Contar historias puede ser una herramienta muy interesante para tener en tu mochila. Pero tienes que saber cuándo usarla… y cuándo no.
Porque una de las señales de que alguien domina una herramienta es, precisamente, que sabe cuándo no usarla.
Si no, acabas siendo como el dueño del proverbial martillo de Maslow: ése para quien todos los problemas se arreglan a martillazos.