El comediante que no existe (pero me hizo reír igual)
Reflexiones sobre qué significa ser humano cuando todo puede ser falso... y por qué eso podría no importar tanto como creemos.
El otro día mi amigo Josito, que también es suscriptor (¡premium!) de esta newsletter, me echó la bronca:
“El link de "lo que vendes" escondido al final... Después de una linea que yo pensaba que ya había acabado el post... Lo haces a posta para que me ponga nervioso? XD Si crees en ello dale más caña! Cagüenlaleche...”
Y como tiene razón, hoy lo voy a poner al principio:
Si leer mis correos te resulta interesante y te ayuda en tu día a día, ¡estoy encantado!
Ahora bien, si tienes algún tema profesional o personal que pueda necesitar algo más, y crees que mi estilo de ver las cosas puede serte útil… ¡estoy a tu disposición!
Podemos organizar una conversación individual y explorar el tema desde la calma y la honestidad. No es terapia, ni coaching, ni consultoría. Es una conversación tranquila, sin fórmulas ni promesas, para ayudarte a mirar con más claridad lo que tienes delante.
A veces basta con eso.
Más info, aquí.
Y ahora, vamos a hablar del futuro de los humanos.
Esta semana vi, en redes sociales, un vídeo de un comediante haciendo una rutina de standup. Uno de tantos, en el típico club con pared de ladrillos de fondo, micrófono en mano y rodeado de público. Podría ser cualquiera de los cómicos a los que sigo en Instagram (por cierto, puedes seguirme allí).
La cuestión es que ese comediante no existe; está creado con inteligencia artificial, con un simple “prompt”.
Pero, a todos los efectos, es tan “real” como cualquiera de los que yo sigo (y que, hasta donde sé, son personas reales… ¿o no?).
No es la primera vez que traigo el asunto de la inteligencia artificial a tu bandeja de entrada. Ya hace bastantes meses hacía la reflexión en la que todo mi artículo estaba creado con IA, y me hacía la pregunta de hasta qué punto tenía sentido o no.
Pero, en realidad, el asunto de “cosas que aparentan ser reales pero no lo son” tampoco es de ahora. Noticias, estudios científicos, citas célebres, anécdotas… ¿quién te asegura que esa famosa frase de Einstein la dijo Einstein en realidad? ¿quién te asegura que esa anécdota atribuida a no se qué santo del medievo sucedió en realidad? ¿que ese cuadro que dicen que estaba pintado por el Greco no lo pintó alguien de su estudio? ¿quién te dice que ese rumor que te ha llegado en una conversación en la terraza es realidad? ¿quién te dice que ese estudio sobre los beneficios del ayuno intermitente es sólido? ¿o ese “9 de cada 10 dentistas” que recomiendan una determinada marca?
Llevamos décadas, si no siglos, enfrentándonos a “fake news”. Quizás ahora la sensación sea más abrumadora por la cantidad, calidad y ubicuidad de las mismas. Y a eso se suma la degradación de las instituciones (universidades, medios de comunicación, etc.) que antaño nos servían para distinguir el grano de la paja, y ahora generan casi más desconfianza que las fuentes originales.
Pero, a la hora de la verdad, todas esas “fake news” tampoco son tan relevantes. Y si no, déjame hacerte una pregunta: ¿cuándo fue la última vez que cambiaste algo en tu vida por un video que viste, una cita que escuchaste, un estudio que viste?
Si no has cambiado tu vida… ¿qué más da que fuese verídico o pura invención?
Y si sí has cambiado algo… al final la valoración la haces en función de lo útil que te haya resultado el cambio. Si funciona… ¿qué más me da que lo dijera Agamenón o su porquero? Y si no funciona, tres cuartas de lo mismo.
No se me escapa que hay derivadas relevantes (por ejemplo la capacidad de influir en resultados electorales o en la manipulación de estados de ánimo orientados a la implantación de determinadas políticas) que suponen un reto.
Pero mi punto es que, a nivel individual, su alcance está limitado. Y en última instancia si hay un cómico creado por IA que me hace gracia no pasa nada, igual que llevo años consumiendo música que sé que está hiperproducida.
Lo que sí creo es que, ante esa creciente sensación de que “todo es potencialmente mentira”, vamos a buscar refugio cada vez más en aquello que nos conecte con lo humano que hay en nosotros.
Pensando por ejemplo en mí, y en esta newsletter, tengo claro que la batalla “conceptual” (en el sentido de elaborar sesudos artículos) está perdida. Donde sí puedo dar pelea es en la conexión contigo. Por eso intento que se vea al humano que está detrás de estas líneas, y lo haré cada vez más. Por eso te hablo de anécdotas personales, de mis circunstancias, de mis dudas, de mis fallos, de mis emociones.
Por eso creo que también tendrán cada vez más importancia las conversaciones uno a uno, o en “petit comite”.
Quizás acabemos volviendo a juntarnos alrededor de una hoguera sin ningún dispositivo electrónico al lado, mientras la IA gobierna el mundo.
O quizás termine habiendo una IA que también ocupe ese lugar :D
La verdad es que este mundo al que nos dirigimos (o en el que ya estamos) es fascinante y desasosegante a partes iguales.
Lo de los dentistas me recordó eso del "9 de cada 10 creen ser 1 de cada 10"... y es que vamos de especialitos sin serlo.
¿Conseguirá la IA salir del cuñadismo en el que se encuentran todos los avatares? Es aburrido charlar con ellos y escuchar un topicazo tras otro