No finjas para encajar: busca donde encajes sin fingir
Porque buscar donde encajas sin máscaras es mejor que impostar para encajar en cualquier sitio
El otro día tuve un pequeño intercambio con Marc, un “mutual” en Twitter/X.
Comentaba Marc: “Cuánto daño hace (personal y profesionalmente) intentar ser alguien que no eres”.
Todo venía porque había recomendado a una persona para un trabajo. Y ésta, durante el proceso de selección, escribió sobre sí misma como alguien que no es, impostando otro personaje que (creyó) le daba más posibilidades de conseguir el puesto.
No lo consiguió.
Creía Marc que, si hubiese sido natural y se hubiese dejado de imposturas, habría tenido muchas papeletas.
Nunca lo sabremos, en realidad.
Lo que sí sabemos es que si hubiese conseguido el puesto a base de fingir… los problemas habrían venido después. Porque una cosa es disfrazarse para el proceso de selección, y otra muy distinta ir a trabajar un día sí y otro también a un lugar donde no encajas.
¿De qué vale fingir que sabes hablar inglés, si luego sufres como un perro al primer “hello”? ¿De qué sirve ir de persona resolutiva, si luego te ahogas en un vaso de agua? ¿Qué aporta decir que eres experto en un sector, cuando no sabes ni el ABC?
Sí, superas la barrera de entrada, enhorabuena. Pero lo que viene después no se lo deseo a nadie.
Si te fijas esto mismo es aplicable a otros ámbitos. ¿De qué sirve, mientras estás buscando pareja, fingir que eres superdeportista… si luego no te vas a levantar del sofá? ¿De qué sirve ir de cultureta, si no sales de las pelis de Bruce Willis? ¿De qué sirve fingir que te gusta el fútbol para encajar en el colegio… si eso te pone en situación de tener que jugar al fútbol todos los días?
Haciendo esto vas a conseguir llamar la atención de alguien con quien:
Vas a tener que seguir fingiendo (¡con lo doloroso que es eso!) para mantener la relación.
Vas a decepcionar en el momento en el que te canses de fingir y aflore tu verdadera naturaleza.
Cualquiera de las dos situaciones es una mierda.
Por decirlo claro, te estás poniendo la soga al cuello y dando la patada al taburete que te sostiene.
Hay un cambio en la vida cuando te das cuenta de que no se trata de “fingir para encajar en cualquier sitio”, sino de “encontrar el sitio donde encajas sin fingir”.
Se trata de conocerte y de valorarte.
De saber lo que quieres, y lo que aportas a cambio.
Y, a partir ahí, de buscar el lugar donde te den lo que quieres y valoren lo que das.
Obviamente no es fácil, porque cuanto más exigente (¡y tienes derecho a serlo!) más te va a tocar buscar. Más “citas fallidas” vas a tener, más experimentos que no salen bien. Aquí hay que recordar la visión de Edison en su proceso de inventar la bombilla: “No he fracasado. Simplemente he encontrado 10,000 maneras que no funcionan”.
Algunos de esos experimentos serán muy frustrantes, porque quizás encuentres el sitio donde te dan todo lo que tú querrías… pero no aceptan lo que tú ofreces. ¡Tan cerca y tan lejos! Pero como decían los envoltorios de los chicles “sigue buscando, hay miles de premios”.
Pero ojo.
En esto, como en tantas otras cosas, hablamos de una gama de grises y no de posturas maximalistas. Como comentaba en algún envío anterior hay que saber distinguir nuestros requerimientos esenciales y los accesorios, los “must” de los “nice to have”. Sobre todo porque si nos ponemos muy exquisitos a lo mejor nos quedamos como Penélope, sentados en una estación esperando un tren que nunca llega.
Adaptarse sin negarse a uno mismo. Ser exigente y flexible a la vez. Encontrar el equilibrio entre las aspiraciones y la conformidad.
¿Quién dijo que fuese fácil?