El valor de hacer el ridículo
Reflexiones desde el sofá sobre quienes se lanzan a la piscina sin saber nadar
Cada año, cuando hay una nueva edición de Operación Triunfo o algún talent show similar, nos encontramos un contenido que adquiere su protagonismo particular al margen del concurso en sí: los castings.
Es fácil encontrar en redes sociales distintos momentos de esas preselecciones: algunos artistas muy cualificados, seleccionadores con la piel de gallina ante alguna actuación, historias emocionales… y, por supuesto, los aspirantes “peculiares”.
Porque es que no falla; siempre hay un porcentaje de candidatos que, cuando los ves, piensas… “¿en qué momento esta persona pensó que era buena idea ir al casting?”. Personas con una presencia discutible, sin voz, ni entonación, ni ritmo… algunas con mucha entrega, otras que no levantan la vista del suelo… pero que es evidente que no tienen ni la más mínima posibilidad.
“¿No se dan cuenta? ¿No tienen amigos o familia que les diga ‘no vayas, que vas a hacer el ridículo y se van a reír de ti’?”
Reconozco que ése es el juicio que me sale a bote pronto.
Pero, de un tiempo a esta parte, ese pensamiento se me mezcla con otro: “que les quiten lo bailao”.
Porque yo, con mi autoconsciencia y mi sobrepensar, sería de los que en ningún caso se presentaría a un casting de ese tipo. “A dónde vas a ir tú”. Y quien dice esos castings dice muchas otras circunstancias en la vida donde tienes dudas (o incluso certezas negativas) sobre cómo te va a ir.
Básicamente soy un “segurola” que, salvo que estime un cierto grado de obtener un buen resultado, prefiere no presentarse.
Pero lo cierto es que eso provoca que yo esté sentado en el sofá de casa, mientras veo a esos “inconscientes” que “no tienen vergüenza” hacer cosas. Que les salen “mal” (¿seguro?), pero que de momento la experiencia se la llevan, y probablemente la disfruten. Y de paso a lo mejor aprenden cosas, conocen gente, se divierten y expanden su mundo.
En mi trabajo con mi psicóloga (al que hacía referencia hace unas semanas) otra de las preguntas que me hizo fue “Raúl, ¿cuánto hace que no juegas?”
No se refería a ir al casino, ni a echar una partida de Catán, sino a hacer algo sin tomarme a mí mismo tan en serio ni estar pensando en las posibles consecuencias que podría tener (¿me saldrá bien? ¿y si hago el ridículo? ¿qué pensarán los demás de mí?)
Simplemente probar a hacer sin apegarse a ningún resultado, sin estimar las probabilidades de éxito (¡o incluso sabiendo que son nulas!), sin pensar en las consecuencias.
Y no fui capaz de darle una respuesta.
“Eres como un capitán de barco que, en el puerto, está obsesivamente estudiando las cartas marinas, los pronósticos del tiempo, revisando el estado del barco… esperando a que se den las condiciones ideales para navegar. Y que, como nunca se dan esas condiciones perfectas, no se mueve del sitio.”
Y efectivamente, mientras hay inconscientes que se presentan a castings que nunca podrían ganar, yo estoy sentado en mi sofá.
Ellos se exponen, es verdad, y yo tengo seguridad. Pero a cambio ellos viven experiencias, y yo…
El motivo principal de consulta con Mireia era la “falta de ilusión”. Y como ella me dijo… “¿y de verdad crees que la ilusión te va a venir a buscar a tu sofá?”
Quién sabe, igual acabo apuntándome a algún casting :D (*)
(*) Es curioso, porque eso de “no exponerse” es relativo. Habrá quien piense (con razón) que por ejemplo esta newsletter es una forma de exponerme. O publicar algunas acuarelas que pinto en Instagram. O hablar en público. ¿Por qué esas cosas sí y otras no? Obviamente no es una cuestión de potenciales reacciones externas (porque esas siempre están presentes), sino más de autopercepción: son actividades donde yo me autovalido, creo que “soy suficiente”. Es mi cabeza, y no otra cosa, lo que me limita.
Voy a poner en marcha una cosa.
Si leer mis correos te resulta interesante y te ayuda en tu día a día, ¡estoy encantado!
Ahora bien, si tienes algún tema profesional o personal que pueda necesitar algo más, y crees que mi estilo de ver las cosas puede serte útil… ¡estoy a tu disposición!
Podemos organizar una conversación individual y explorar el tema desde la calma y la honestidad. No es terapia, ni coaching, ni consultoría. Es una conversación tranquila, sin fórmulas ni promesas, para ayudarte a mirar con más claridad lo que tienes delante.
A veces basta con eso.
Más info, aquí.
Hace poco más de seis meses que llegué a vivir a Gales desde Mexico.
Para mi primera residencia, elegí un anexo en una granja, en el medio de la zona más rural de Pembrokeshire.
Cielos nocturnos cuajados de estrellas, aves cantoras y los hermosos caminos públicos me recibieron con brazo abiertos… y yo elegí quedarme en casa casi todos los fines de semana.
Es esta mezcla rara entre querer interactuar y hacer amigos, pero también el miedo de encontrarme con otros. ¿Les caeré bien? ¿Encontraré alguien con quien tenga algo en común? ¿Seré el freak novedoso, o habrá alguien genuinamente interesado en conocernos a mi y a mi cultura?
Aunque sea una trinchera diferente, entiendo perfectamente el miedo a arriesgar y perder, que termina en no tener experiencias que recordar.
Te abrazo desde mi sofá…